Ayer fui un día intenso, raro, pero intenso. Fantástico.
En ocasiones, y aunque normalmente no apetezca pasarse el día por ahí -yo prefiero habitualmente quedarme en casa sea lo que sea lo que tenga que hacer- es genial decidirse a hacer una tarde todo lo que no sueles hacer y querrías.
Comer con amigos que hace años que no ves, dar una vuelta hasta el metro más lejano bajo el magnífico sol que posee Madrid de marzo a mayo -después para mí, es insoportable el seco y extraño calor de esta ciudad-.
Volver a casa y encontrar que aunque se hayan fastidiado los planes para una obra de teatro -Hamlet-, tienes por delante una tarde entera paseando entre Debod, los jardines de Sabatini y una nada frugal cena en el Nemrut.
A veces no hace falta nada, excepto dar un paso, otro más, uno tras otro y ver como va anocheciendo mientras ves cosas que nunca te has detenido a mirar.
Y dejar que las cosas sucedan.
13:37
BSO Hotel California.
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