lunes, 23 de marzo de 2009

El paso a la madurez a través de unas lentejas y la confección de una cola de lagarto (re-visión de un ya texto)

Nunca he estado segura de ser una persona adulta ni he entendido las especificidades que te llevan a serlo, he buscado varias veces en diversos libros de autoayuda y nunca me ha invadido la certeza de que alguno de esos chamanes de tapa blanda y edición de bolsillo llevarán razón, son demasiado claros en sus locuciones. Tanta seguridad no puede ser verdadera y menos aún infalible.

Pero hoy he entrado en ese trecho que lleva a tu espalda a hacerse acopio del peso de los demás, voluntaria o involuntariamente es algo que tampoco he logrado descifrar y con tantas dudas podría hacerse la conjetura de que intento hacer una proclama mediante la psicología invertida para el solo se que nada se y nada más lejos de la verdad que es que es verdad que aún no se muchas cosas que me gustaría saber.

Tres veces le he preguntado a Gustavo si él creía que ya me había hecho mayor y se ha limitado a mirarme como quien no ve que son muchos y se ha girado para agazaparse ante una mosca que inocentemente se paseaba por la cristalera del salón, él también intenta olvidar que hay muchas cosas que aún no sabe y que le gustaría saber pero Gustavo es capaz de desviar la atención de esas nimias preguntas que solo traen ineludibles noches en blanco y que son las preguntas trascendentales.

Cuando hayan pasado diez años alguien quizás se moleste en preguntar ¿cuándo te hiciste mayor? si es que entonces ya lo soy y tendré que responder que me hice mayor si es que entonces ya lo soy un once de diciembre de hará diez años: un mediodía cuando me di cuenta de que mi hermana iba a llegar a casa a comer y no había preparado nada aún, y decidí que como las lentejas eran su plato favorito porque aún no estoy segura de que cuando alguien me pregunte lo sigan siendo, no le importará comer más tarde si las preparo tal y como hacía mi madre los miércoles. Y seguiré con mi perorata de las lentejas haciendo un último remate cuando cuente que además aquella misma noche la pasé en vela intentando confeccionar un traje de lagarto también para mi hermana, que hasta entonces había sido una obligación más de mi madre y que no era Juancho y que nunca podría haber sido porque Juancho no era un lagarto sino un caimán, antropomórfico pero caimán.

Y Horacios seguimos teniendo todos.

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BSO Facto Delafe y Las Flores Azules

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