jueves, 17 de junio de 2010

Contradicciones

Agotamiento mental. No entiendo por qué aquello que debería unirnos, nos separa.

00:37
BSO La televisión sin volúmen (hoy duermo en el sofá).

martes, 15 de junio de 2010

A la caza


Hoy, porque he pensado que era el momento (de hacer un click siempre es momento) de darme una vuelta por la variante. Normalmente cojo la cámara cuando hace sol, no manejo aún muy bien los grisáceos de los días nublados. Pero las nubes me han ayudado un poco, corriendo hambrientas a la caza de ese par de castillos desiertos que pintan el horizonte de Calzada.

02:05
BSO Nusa dando vueltas por la habitación.

domingo, 13 de junio de 2010

Life's BSO

Escribí, por trabajo, esta crónica sobre el concierto de Alejandro Sanz en Puertollano el último fin de semana de mayo.


El atardecer del sábado se convertía en un río de más de 5.000 mentes cuya única ocupación se definía entre repasar canciones y llegar a tiempo a la Plaza de Toros de Puertollano, Alejandro Sanz estaría sobre el escenario a las 22 horas y 33 minutos exactos, frente a un público mucho más nacional que minero: Madrid, Granda, diferentes puntos de la provincia de Ciudad Real, Córdoba, Bilbao o Alicante son sólo algunas de las zonas desde donde llegaron los fans.

Cinco trailers, cuatro autobuses, un equipo compuesto por 45 personas para montaje del escenario, 2 pantallas electrónicas gigantes, un escenario de dimensiones mastodónticas y la inclusión de imágenes en 3D que podrán ser vistas por el público. Son sólo algunos de los detalles materiales que mantuvieron la atención de los espectadores de un concierto sobresaliente y único en Castilla La Mancha, por ser la única ciudad de la región donde Alex Sanz para en esta gira.

La primera vez que escuché a este genio tenía 10 años, y corría el año 95. ‘Alejandro Sanz 3’ acababa de salir a la venta y la que era por aquel entonces mi mejor amiga, Ángela, me hizo escuchar una y otra vez ‘Mi soledad y yo’. La aprendimos de memoria, la copiamos una y otra vez en las pastas de los cuadernos, en las mesas del colegio, bajo un puente y en aquellas hojas con dibujos que olían bien.

Anoche, cuando ‘Mi soledad y yo’ comenzaba sus primeras notas en el medley, pulsé su número de teléfono para que volviera a oír, en directo, aquella canción que fue nuestra primera canción, la primera canción de aquella amiga que aún está en mi vida y que no llegó a descolgar tras ninguno de los 9 intentos. Horas después, cuando supo la razón de las llamadas y el momento que se había perdido, me contestó: ¡Qué rabia! Pero prefiero no haberme perdido el hecho de que te acordarás de mí.

Alejandro Sanz, que comenzó su andadura por algunas televisiones con camisas enormes, vaqueros claros y un enmarañado y semilargo pelo, no es sólo hoy un fenómeno de masas, un músico comercial o un sex symbol para muchas.

Alejandro Sanz se erige como la Banda Sonora Original de millones –sí, millones- de vidas como la mía. Miles de detalles que hacen que miles de persones, llamen a alguien durante sus conciertos porque son recuerdos comunes de una vida que ya ha pasado.

Alejandro Sanz son historias de niñas que crecieron juntas, rupturas, primeros besos en alguna esquina de alguna ciudad, manos que se cogen, saltos en algún bar, largos viajes en coche. Vida. Vidas.

Aquel disco, ‘Alejandro Sanz 3’ ha sido, después de los años, catalogado como uno de sus mejores trabajos, un disco que costaba 1.200 pesetas y del que aún conservo una copia en casette con el nombre de ‘Sanz III’.

Muchos críticos definieron aquel trabajo como mágico; once canciones donde se podía sentir la dedicación y la pasión con la que había sido realizado. De cada intervalo, de cada letra se desprendía un sentimiento acompañado de una nota.

Ha sido quizás aquel sentimiento con el que empezó, modificado a través de las décadas sí, vulnerable y cambiante como el de cualquiera, el que lo ha llevado a ocupar uno de los puestos altos en la historia de la música, sobre todo en la española.

Tal vez sea la añoranza por aquel sentimiento nuevo lo que le ha llevado en este último disco a respirar aromas de aquel pasado; un giro delicadamente musical que alcanza también a sus letras. Más sencillas, más desnudas, más limpias en conceptos. Optimista y clara. Brillante, así es la música de Paraíso Express.

Quizás también sea también “el hacer las cosas desde dentro” lo que ayer llevó hasta el albero de la ciudad minera una mezcla potente y extraordinaria de público. A mi izquierda, tres parejas jóvenes saltaban, se reían, se besaban y gritaban cada canción; es la esencia del Alejandro de ahora. A mi derecha, cuatro mujeres de unos cuarenta años se movían con el mismo compás de las mareas y cantaban bajito las letras; es la señal del Alejandro del pasado que aún perdura. Un poco más adelante, un padre llevaba a caballito a un niño de 5 años, que para sorpresa de los que le rodeaban, se sabía hasta el último de los silencios del repertorio; esa, es la naturaleza del Alejandro que llegará.

Más rock, más pop, más balada o más solos de los brillantes guitarristas, el directo que posee este músico, y que ayer fue palpable en el coso, es de una calidad sonora, musical y escénica increíble. Una voz a la que si hubiera fallado la electricidad, no le habría hecho falta nada más. Amén del taconeo final que se marcó en la pasarela y el toque chic de unas gafas luminosas con forma de corazón que tuvo a bien ponerse cuando se lo pidió la propietaria de las mismas, una de las muchas fans que había entre el público.

¿Lo mejor del concierto? Los minutos a solas con el piano, los solos de los guitarristas, el momento de “Mi primera canción”, aquella que compuso en el 94 y que era la primera del disco “Básico”, la canción que escribió para las fans. Y sobre todo, el sentimiento que despertó la estrofa de “Yo sé lo que la gente piensa”: Yo prefiero seguir buscando/ los defectos y los encantos/ de una dama dulce y/ valiente. / Verdadera como la guerra/ despeinada como la tierra/ y canalla como la gente. / Yo prefiero una compañera/ perfumada con la madera/ con el cuero y con la palabra/ hembra. / Una mujer para mí debe ser/ mucho más que una hembra. / Que desprecie el dinero y el tener/ la corbata y la mentira. / Y solo por esa mujer/ valdrá mi muerte, más que.../ mi vida.

¿Lo peor del concierto? Que sólo duró 2 horas y 16 minutos…eso sí, 2 horas y 16 minutos en el paraíso.

martes, 25 de mayo de 2010

Teorías sobre el final de Lost

El Piloto Automático ha elaborado una interesante teoría sobre el final de Lost. DEP.
Ahí va:

Una serie no es una quiniela
Una ficción se escribe desde atrás. Syd Field lo dice en su “El libro del Guión”. El autor concibe un tema, reúne unos personajes y situaciones, resuelve una conclusión que detone las intenciones de su trama, y desde ese momento, rebobina hasta el principio para empezar a rellenar huecos partiendo de la estructura de planteamiento, nudo y desenlace, heredera de la propuesta en cinco actos que propone Aristóteles en su “Poética”.

En Lost no vale ese planteamiento
Lost no es una ficción que responda a este paradigma. Primero, porque cada temporada pertenece a un género (como apuntó Hernán Casciari hace un tiempo) y cada una plantea una fórmula narrativa. Y segundo, porque Lost no es una ficción autónoma, sino que se retroalimenta como la imagen de un espejo con la participación y presencia del espectador. Esto hace que Lost no sea una sola serie, sino una serie por cada fan que la ha seguido con enfermiza avidez.

Pero, ¿qué ha pasado en Lost?


Decepción o valentía
En la primera temporada, Damon Lindelof y J.J. Abrams negaron taxativamente que la isla fuese el purgatorio y todos estuvieran muertos. Si alguien se siente decepcionado por este final, no tiene razón para estarlo. La isla no es el purgatorio, ni han estado muertos todo este tiempo. El universo alternativo que nos han representado en la sexta temporada ha sido ese purgatorio, al que iban llegando todos a medida que, cada cual en su momento, iban muriendo (ya fuese dentro o fuera de la isla).
La conclusión de la serie responde al planteamiento filosófico inicial de la serie. La pregunta que hace Charlie cuando escucha por primera vez la grabación en bucle de Danielle Rouseau es la cuestión fundacional de Lost. ¿Dónde estamos? Aunque la pregunta se hace extensible a “¿cómo estamos?”. La respuesta, durante todas las temporadas ha sido el inicio y fin de cada capítulo: Perdidos. El final de la serie es esclarecedor: a medida que se encuentran, se dan cuenta de que no estaban solos, y por tanto, son encontrados y dejan de estar perdidos.

El gurú, el guía, el chamán, el mago: el intermediario.

Para ser encontrados, hace falta un maestro. Un guía. Un mago. Desmond representa esa figura. El peregrino que sufre en el desierto para cruzarlo y ayudar a otros a cruzarlo. Concibamos este personaje como un médium en su acepción más pura. Es un medio. Un intermediario.

Es quien consigue unir el espacio y el tiempo (Christian Shephard dice “no hay un aquí ni un ahora”) y quien sirve de nexo común para todos los personajes. Para que consigan cruzar el umbral. Es el barquero que ayuda a los losties a cruzar la laguna estigia. En este sentido, chapeau.

¿Están muertos? o el síndrome Antonio Resines

La pregunta que muchos de los que empezaron a ver la Series Finale con el machete en los dientes a la conclusión del episodio final ha sido furibunda. ¿¿Entonces todo ha sido un sueño?? ¿¿Nada ha sido real?? ¿¿Habemus tomadura de pelo??

Para nada
Señores. Los Losties no estaban muertos. Han ido muriendo. Como tendremos que hacerlo todos. No hay un “ahora”. La concepción del universo paralelo no está encorsetada en la percepción “objetiva” y común del tiempo. Todos van muriendo, y a medida que mueren, se cruzan en el universo de las personas que realmente son, sin los condicionamientos de una vida que los ha torturado: de una forma más o menos paralela a como vivieron, han sido capaces de desprenderse de sus demonios y, así, han tenido la vida que hubiesen querido.
Pero nada es perfecto. Evidentemente, la construcción de esa fantasía que es el purgatorio hereda formas y defectos de su pasado. De su otra vida. De su vida, de hecho. La mano de El Sexto Sentido es alargada, y quizás lo más reprochable de este final es que la originalidad que ha sido eje fundacional de la serie ha acabado siendo hipotecada a cambio de una fórmula prestada de un éxito popular. En este sentido, el aplauso pierde fuelle.

No obstante, el esfuerzo creativo de estas seis temporadas ha sido más que suficiente como para empañar el resultado global con el truco final de Lost.

La Isla, esa gran desconocida
Los que veían y ven Lost como quien llena el carro de la compra con la lista de productos a adquirir, es lógico que se hayan visto decepcionados. Lo más importante se ha quedado en el aire: La Isla. Seguimos sin saber de dónde procede, porqué tiene ese poder, de dónde salen las inscripciones egipcias, quién erigió la estatua. Esa es una de las innumerables cuestiones que jamás tendrán respuesta (en fin, sí que tendrán respuesta, pero en forma de declaraciones de los guionistas en algún podcast, o en alguna feria de cómics o en algún juego de realidad alternativa).

A todos los que entran en esta parte del graderío, os comprendo, pero tenéis que liberaros de esa faceta de la serie. El misterio era la excusa. La Isla es un McGuffin, un cebo. Es como decepcionarse viendo Ciudadano Kane al saber que toda esa maravillosa historia ha sido detonada por un simple trineo. La Isla es un símbolo. Es más: la Isla es pura metáfora del aislamiento, que es el tema principal de la serie. Jacob dice que los eligió porque estaban solos, porque sus vidas no iba a ninguna parte.

Porque estaban perdidos
No obstante, insisto: os entiendo. Entiendo que os sintáis defraudados porque no os han dado la zanahoria. Quien quisiera respuestas, es que no ha sabido disfrutar del camino. Mira hacia atrás. Observa todo lo que ha pasado. Observa cómo se han transformado los personajes. Atiende cómo te han tenido pegado al sofá o la silla. Eso es esta gran serie. Un viaje de personajes con la excusa del misterio, de la intriga, del drama, del romance, de la comedia, del terror, de la ciencia-ficción…

Pero, no obstante, tienes razón
Hay cuestiones ante las que se ha pasado de largo. ¿Qué reglas rigen la relación de Ben y Widmore? ¿Por qué unas embarazadas mueren y otras viven? ¿Por qué Walt simplemente desapareció presentándose al inicio como alguien tan especial? ¿Por qué Richard no se da cuenta de que AntiJacob manipula a los habitantes de Dharmaville si sabemos que le conoce?

Y sobre todo
¿Qué son los números?

No te preocupes. Seguro que todas esas preguntas tendrán respuesta. Paciencia. La presión mediática, como la justicia divina, pone a todos (los guionistas) en su sitio, y tarde o temprano cantarán como jilgueros. Pero cuando llegue ese momento, se repetirán todas las sensaciones de hoy: porque el que quiera ver decepción, verá decepción, y quien sencillamente haya visto el bosque más allá de los árboles… simplemente no necesitará más respuestas

Así que, como Jack, cierra los ojos.

Y descansa.

lunes, 24 de mayo de 2010

Lost. The End.

Hace 17 minutos terminaba Lost. Son las 08.20 horas. Una más que se va. Pero no se va del todo. Un final demasiado abierto, ¿5 años para esta conclusión? Ahora toca teorizar.


Así, como Pinoccio, me he quedado en los últimos 5 minutos del doble capítulo final.
Se aceptan teorías.

08.23
BSO Matinal de Cuatro debating Lost. 

jueves, 20 de mayo de 2010

Etapas que se cierran

Hace quince minutos veía como, desde la pantalla de mi televisión, Los Hombres de Paco me decían 'hasta siempre'.

El 9 de octubre de 2005, por casualidad, pulsé el número 3 de mi mando a distancia cuando llegué la noche de aquel domingo a aquel piso donde viví los dos primeros años de carrera en el Paseo Marqués de Zafra, justo al lado de la boca de metro de Manuel Becerra. Triste, como casi siempre, me quedé viéndolos hasta casi las doce de la noche. Demasiado tarde para mí en aquellos días. Después pasaron a los lunes, luego a los miércoles, retrocedieron a los martes, luego a los jueves. A los martes de nuevo, y finalmente a los miércoles.

No me gustaron en absoluto, y recuerdó que pensé: 'otra serie española cutre'. Y hoy, llorando, he pulsado el off de la tv después del 117 y último capítulo.

Más o menos cutre, mejor o peor hilada, más serios, más humorísticos, con más o menos historias de amor a lo largo de sus temporadas, han recorrido conmigo una etapa de mi vida.

No, obviamente no, no es la mejor serie del mundo. Pero para mí, en algunos de los sentidos, lo ha sido. Los Hombres de Paco no ha sido simplemente una serie que me ha enganchado durante casi cinco años, han sido los cinco años en los que más pasos he dado para llegar donde estoy hoy, para ser quién soy.

Muchos capítulos son bases para recordar momentos que viví, para ubicarlos en el tiempo, en el lugar, en la sensación de aquellos días. Podría recordar los 5 últimos años de mi vida por cada temporada, por cada nueva historia; sobre todo aquella época en que lo emitieron en jueves.

Es una chorrada pero hoy me siento más mayor que el día de mi pasado cumpleaños, y mira que odio los cumpleaños. Dentro de diez años, me veré sentada alguna tarde de domingo en el sofá de la que será mi casa viendo una reposición de "Paco's men" en algún canal secundario, y entonces recordaré todos aquellos días en que caminé tanto.

Miraré un calendario y veré a Juanan llamándome Sarita, y a Manveru enviándome sms a mitad de capítulo para decirme qué emocionantes están siendo o que ataque de risa le ha dado. Y rememorando sus momentos, veré los míos.

Todo el mundo tiene una BSO de su vida, en la mía estarán Pignoise (aunque no sean Beatles) y habrá Lucas, y Saras, y playas, y risas y jueves. Y echaré de menos a mis Almovaldes, al salón con olor a tabaco de la Plaza de Toros de Ciudad Real, a andenes y Puertas de Atocha, a bocas de metro, a Starbucks, a mp3,  a autobuses de línea de la Ronda, a puentes de Ventas, a llegadas y a despedidas, a amigos.

01:53
BSO silencio.

Pd: el domingo le toca a Lost.

viernes, 14 de mayo de 2010

Cortocircuitos

Hoy, esta noche, a mí también se me están cruzando los cables. Y me empiezo a preguntar ¿no será que lo que entreveo a veces, por casualidad, es la realidad?